Síndrome postvacacional
¿Sabemos afrontar la vuelta a la realidad?
Y entramos en los últimos días de agosto, y eso en muchos casos se traduce en una vuelta a la rutina, a la normalidad perdida a finales de junio para muchos de nosotros.
Y es que el verano es como una estación donde todo parace fluir a otra velocidad, donde las rutinas son forzosamente diferentes, donde te reencuentras con familiares y amigos, donde la longitud de los días te anima a hacer más cosas, y donde el disfrute de las vacaciones te descarga de estrés y ansiedades… pero ¿qué sucede cuando tenemos que recuperar ese ritmo de meses atrás?

El síndrome postvacacional, se puede definir como el estado que se produce en el trabajador al fracasar el proceso de adaptación entre un periodo de vacaciones y de ocio con la vuelta a la vida activa, produciendo molestias que nos hacen responder a nuestras actividades rutinarias con un menor rendimiento. Aunque bien es cierto, que también puede producirse sin necesidad de ser una persona trabajadora, o con un trabajo remunerado como tal. El simple hecho de haber variado tus rutinas y las de tu entorno más cercano durante los meses de verano, puede afectarte sobremanera en la vuelta a la realidad a partir de septiembre.
Este síndrome puede cursar de diversas formas. Lo habitual es padecer a la vuelta de vacaciones un cuadro de debilidad generalizada y astenia. Puede haber problemas de insomnio que conviven con una somnolencia importante a lo largo del día. La capacidad de concentración se ve limitada así como la tolerancia al trabajo.
Esta falta de tolerancia al trabajo viene caracterizada como una sensación de desidia y hastío. En otras ocasiones, puede aparecer una sensación de angustia vital que puede llevar a un bloqueo en el cual la persona que lo presenta es incapaz de tomar cualquier decisión.
Puede haber un cambio de carácter con cierta agresividad, sin embargo, se establece habitualmente y de forma progresiva una sintomatología más propia de un cuadro depresivo. Por todo ello, se afectan diversos aspectos del estilo de vida. El trabajo, como se ha comentado, resulta difícil de realizar.
La concentración, así como la capacidad de tomar decisiones, está deteriorada. Puede ser imposible ordenar la agenda y poner en marcha todas las gestiones o encargos propuestos. Por ello, puede iniciarse un verdadero círculo vicioso en el cual el trabajo se va acumulando, con lo cual se une al nuevo trabajo por realizar, aumentado por el retraso de toda la labor acumulada a lo largo del periodo vacacional.

Una persona introducida en esta dinámica puede acabar en un callejón sin salida. Las relaciones con los demás pueden deteriorarse. Los más cercanos en el trabajo y en el hogar pueden sufrir las consecuencias. Un carácter agriado incluso violento puede introducir tensiones en nuestras relaciones con los demás.
Esto puede llegar a producir la ruptura, sobre todo si por parte de la otra persona no tiene una conciencia real de lo que está ocurriendo. Esta crisis puede afectar no solo a las relaciones emocionales sino también a las laborales. A nivel personal se tiene conciencia de que algo no funciona.
Posiblemente, en primer lugar predomine una sensación de desconcierto ante algo que ha surgido casi por sorpresa y que no se manifiesta con una sintomatología concreta que nos permita identificar el origen del problema. Se intenta seguir adelante a pesar de que cualquier propósito de superar el bache parece acabar en fracaso.
Esta sensación de no levantar cabeza y de asistir atónito a un desmoronamiento de nuestra forma de vida puede llevar a la persona que padece este problema a una inquietud e inseguridad. Este síndrome puede cursar con una intensidad muy variable y de diferentes formas. En algunos casos, esta variabilidad puede hacer muy difícil su detección. Esta falta de diagnóstico puede llevar a manifestar una incomprensión hacia estas personas que pueden agravar el cuadro.
Existen algunas situaciones o estados que predisponen a padecer este síndrome:
- Vacaciones largas, agotadoras o durante las que no se descansa adecuadamente.
- Adaptación insuficiente al ámbito laboral, presente incluso antes de las vacaciones. Falta de motivación laboral.
Mi consejo, anticiparse a él, jugar con los tiempos para llegar “medio entrenados” al momento de recuperar nuestros hábitos de antaño. Por eso no es muy aconsejable terminar las vacaciones, los momentos de gran ocio y desfogue, y justo al día siguiente, recuperar el horario y hábitos de trabajo, así como las responsabilidades que eso conlleva. Estaría bien llegar unos días antes a casa, poner las cosas en orden en ella, ir retomando cosas de trabajo más libianas, como por ejemplo revisar algunos mails o llamadas perdidas, organizar la agenda de trabajo para las primeras semanas, y sobre todo intentar normalizar un horario ajustado lo más posible a la realiadad que has de afrontar en pocos días.